11 de noviembre de 2011

Las más oportunas.

 Siempre han estado allí, son hechos. Pero reparamos en ellas en determinados momentos. Son las señales que nos rodean, que aparecen en nuestro camino y pueden llegar a guiarnos. A veces aparecen para pararnos los pies, a veces para animarnos, a veces para que pensemos, a veces para que sigamos adelante. Pueden venir a cuento ante pequeñas bifurcaciones que se nos presentan cada día. A veces ante cuestiones y cosas más trascendentales.
 Llegan en el preciso momento en el que las necesitamos. Son las más oportunas. Pueden llegar a través de una conversación, a través de una persona, a través de una imagen, a través de un escaparate, a través de una canción, a través de un consejo. Tienen millones de formas de aparecer ante nosotros.
 Cada uno las puede interpretar a su antojo. Aunque sólo sean hechos que estén ahí, que existen y aunque para otras personas pasarían desapercibidos, para nosotros son señales que llegan en el momento en el que, por las circunstancias que estamos pasando, van a hacer mella en nosotros. 
 Ante su aparición nos alegramos, nos entristecemos, nos ponemos melancólicos, confirmamos nuestras teorías, confirmamos nuestros sentimientos, cambiamos algo que estamos haciendo mal, compartimos con el mundo algo que teníamos guardado...
 Que te atienda en un restaurante de comida rápida un camarero con el nombre de la persona que ocupa todos tus pensamientos; que una amiga esté estudiando ética y te lea un párrafo que te viene al pelo para despejar una preocupación que tenías; querer dedicar más tiempo a escribir y que se te estropee la televisión; tener un mal día y que una persona desconocida te sonría; quedarte sin tabaco y encontrar un pitillo en el bolsillo; creer que tus preocupaciones son las peores y ver a una señora harapienta pidiendo en la puerta de supermercado; pensar en tener que llamar a esa amiga que tienes un poco abandonada y que ese día te llame ella misma; tener ganas de llorar y que sin venir a cuento tu sobrino te diga, "te quiero mucho Tesi"; que te de pereza levantarte y que de pronto suene en la radio esa canción que siempre te apetece bailar; tener una opinión muy arraigada en la que nunca transiges y que un libro te haga ver otra perspectiva.
 Mi vida está llena de ellas, de señales. Son varias al día, a veces no nos damos cuenta pero llegan cuando uno más las necesita. Son oportunas. ¿ Habré sido yo señal, o habré provocado alguna en alguien? Prefiero no saberlo, así es más romántico.

4 comentarios:

  1. Una entrada excepcional Hester, me ha dado mucho en que pensar. Sigue así, llegaras lejos!! Besos =)

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  2. Gracias María! Quizás un día te dedique una entrada!

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  3. Hoy he pasado por tu camino de la alameda, montado a caballo bajo un sol radiante. He comido en granjafría y disfrutado de la compañía y conversación de dos buenos amigos. He visto una buena bandada de grullas que volaban ordenadamente hacia el Sur, he comido una sabrosísisma manzana cogida directamente del árbol...
    Qué más se puede pedir a una mañana de noviembre!!!
    Me gusta tu blog, Tesi. Mucho ánimo con él.

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  4. "Thomas" gracias por tu comentario. El camino de la alameda por el que has pasado reconforta y da ánimo, por los lugares a los que conduce y por las personas que lo transitan. Muchas gracias! Un abrazo

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