Los jardines son lugares excepcionales. Son un reflejo de las personas. Cada uno lo planifica, imagina y cultiva a su antojo.
Mi jardín soñado tiene una avenida principal de magnolios. El contraste de las oscuras hojas con las blancas y olorosas flores es primoroso. Esta avenida será de fina gravilla. El crujiente sonido que ésta produce con los pasos es muy agradable.
En mi jardín habrá también grandes parterres repletos de coloridas flores. Pero bueno, aparte no podrán faltar las flores silvestres. A veces nos parecen insignificantes. Pero no. Es un milagro que esos pequeños puntos de color desordenado, formen un conjunto tan delicioso. Parece mentira cómo podemos encontrar las flores silvestres hasta en la misma maleza, en lugares recónditos. Son luchadoras y fuertes.
Un pequeño bosque de álamos blancos, un poco sombrío, que llame al recogimiento, no puede faltar. Que el sol, al atardecer, se filtre entre los blancos troncos.
El agua no puede faltar en mi jardín. Un estanque con una pequeña fuente, o un arroyo. Da igual, el caso es que el agua no esté estancada, para oír el relajante sonido que produce la corriente. Si de vez en cuando se vislumbrara la silueta de un pez, no podré pedir más.
Estaría bien que todo estuviera forrado de un frondoso hierbín casi fosforito, donde tirarse cómodamente a contemplar las nubes, a pensar o a leer. Por donde se pudiera pasear descalza sin problema.
Un frondoso pino permitiría resguardarse de la lluvia. Aunque esto no sería necesario del todo, ya que, dejarse mojar por la lluvia de vez en cuando renueva el alma y ensancha el pensamiento.
Por supuesto no pueden faltar los animales. Los pájaros, que pongan la banda sonora a la contemplación y al disfrute de los sentidos. Los peces, que coloreen el agua. Un perro, por ejemplo un mastín, que te alerte de las intrusiones. Un gato, atigrado, que se eche en tu regazo cuando decidas parar el paseo.
Una antigua construcción de piedra en ruinas, cubierta de musgo, sería muy deseable. Te recordaría que la civilización existe para que no te excedieras en tus ensoñaciones e idas. Te invitaría a investigar y cavilar sobre los tiempos álgidos de la construcción.
Mi jardín no existe físicamente y es muy improbable que exista.
Pero cuando quiero estar en él, no tengo más que cerrar los ojos. Me puede acompañar quien yo quiera.
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