24 de febrero de 2013

El desfile más bonito.

   Cada persona tiene su estación del año favorita. La mía es el otoño. La temperatura no es extrema, ni el calor te sofoca, ni el frío te encoge. El contraste de colores que nos brinda la naturaleza, para mi gusto, es el más espectacular. El dorado, ocre, granate, verde sepultado de hojas secas, amarillo casi fosforito en algunos árboles... El otoño es como si abriéramos un antiguo libro que lleva mucho tiempo en letargo, ocupando su lugar en un estante de la parte más alta de una biblioteca.
    Pero las estaciones no quieren preferencias. Las estaciones son generosas y nos hacen pequeños recordatorios de las delicias con las que gozamos durante el resto de año.
     Los soleados y cegadores días invernales nos recuerdan, bajo nuestros abultados abrigos, el verano amarillo que volverá. La violenta lluvia veraniega nos ayudan a recordar los paseos otoñales sobre alfombras crujientes. Los colores del otoño anticipan la floreciente primavera. El monótono panorama del invierno, invita a pensamientos profundos que nos ayudarán a poner cabeza en el ánimo alocado que la primavera nos provoca. El helador invierno se hace agradable pensando en el verano, cuando la brisa cálida acaricia la tostada piel. El sofocante verano, con sus frescas noches nos anticipa los meses de abrigo y bufanda. Las atrevidas flores silvestres que crecen en invierno, nos ayudan a ser fuertes en la adversidad y nos alienta la futura llegada de la primavera. Las iluminadas noches nevadas nos gustan porque recordamos la luz de las demás estaciones. Las lluvias primaverales enjuagan la melancolía invernal para que brote el júbilo y los pensamientos alocados cuales coloridas flores. La caída de las hojas de los árboles en otoño nos deja ver el cielo que en los días solados nos regocija pensando en la época en la que somos lagartijas. El ulular solitario del autillo en verano nos transporta al letargo invernal de la fauna. El cielo lleno de hollín en invierno, la ceniza acumulada en las sobremesas durante el estío. El bullicio primaveral y veraniego, el que se transporta al interior de los hogares en las vacaciones de Navidad.
    Todas las estaciones son encantadoras. La personalidad y los gustos de cada uno hace que en cada una de las estaciones disfrutemos más o menos, desembocando en que tengamos ciertas preferencias por unas u otras.
    El invierno es para los pensadores, el verano para los alegres, el otoño para los melancólicos y la primavera para los enamoradizos. Yo soy todo ello, pensadora, alegre, melancólica y enamoradiza, así que, ¡ que desfilen las estaciones!

1 comentario:

  1. ¡¡Me encanta tu blog Lady Hester!! Ahora que tengo más tiempo aprovecharé para ponerme al día con este estupendo blog. Esta entrada genial! Besos

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